miércoles, 31 de octubre de 2007

CONCLUSIÓN

CONCLUSIÓN:
Por Giselle Mayo

Chile profundiza su comercio hasta llegar a latitudes en las cuales no practica ninguna política exterior. Mientras, sus lazos regionales han permanecido en un segundo lugar. Chile ha tomado una vía propia. La diplomacia chilena ha medido sus éxitos por los acuerdos de libre comercio firmados. El resto de los países, ven con gran reticencia los TLC, por este nuevo clima regional, caracterizado por un alejamiento del neoliberalismo puro, en rechazo a las distorsiones e injusticias del modelo liberal.

Chile apoya e impulsa varias iniciativas a nivel global privilegiando el multilateralismo. Entre éstas destaca la reforma integral de Naciones Unidas, la promoción de la democracia y derechos humanos, el compromiso con las Operaciones de Paz, la Declaración del Milenio, los esfuerzos por perfeccionar el libre comercio global, apoyar el fortalecimiento de los regímenes especiales internacionales y sus marcos jurídicos idóneos, etc.

Chile, basa su desarrollo nacional en gran medida sobre el nivel de su inserción económica internacional. Chile es parte de la OMC y desarrolla en ella un rol muy activo. Por otro lado, ha sucrito acuerdos bilaterales de libre comercio con sus principales socios comerciales, utilizando como estrategia el concepto de regionalismo abierto, basándose en tres instrumentos esenciales: la apertura unilateral, las negociaciones comerciales multilaterales y la apertura negociada a nivel bilateral y regional. Actualmente, Chile tiene acuerdos con casi la totalidad de América Latina; un Acuerdo de Asociación Política y Económica con la Unión Europea; y tratados de libre comercio con Estados Unidos, Canadá, países del EFTA (entre ellos Suiza y Noruega), Nueva Zelanda, Singapur, República de Corea y la República Popular de China. Asimismo, ha suscrito un Acuerdo de Alcance Parcial con India y busca mejorar la conectividad entre Asia Pacífico y América Latina.

Al haber privilegiado sus vínculos bilaterales con Estados Unidos por sobre los regionales, Chile ha convertido el TLC en una puerta de entrada para los intereses norteamericanos en Sudamérica. Su complacencia al poder norteamericano no son bien evaluadas por un importante contingente de líderes e intelectuales del Sur de América.

En Chile no hay interés por la integración regional latinoamericana, demostrada en su privilegio por los vínculos comerciales con otras latitudes. La postura de Chile en materia de integración es cada vez más singular en el contexto latinoamericano, aislada e individualista. Entre los aspectos más destacables que tiene la estrategia comercial chilena sobresale el hecho de no haberse atado a ningún bloque para lograr acuerdos. Eso le permitió negociar "cara a cara" con los más grandes en base a sus propias conveniencias sin depender de buscar consensos con varios participantes.

Sin embargo, existe una gran necesidad de diversificar las fuentes de energía del país, lo que lo obliga a buscar alianzas con aquellas economías proveedoras y comercializadoras de combustibles. Así, Chile ha comenzado a dar gran importancia a un proceso de convergencia hacia la integración energética. En este contexto Chile regresa a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) tras 30 años de ausencia como miembro asociado del bloque andino tras haberlo abandonado por sentir que ésta imponía reglas contrarias a las políticas de libre comercio. Bolivia tiene amplias fuentes de gas y también pende con ella una disputa por el agua del Silala.

Chile podría haberse interesado en la CAN por los temas de energía, transporte, proyección hacia la Cuenca del Pacífico, además de los propiamente comerciales. Por otra parte, el surgimiento de la Comunidad Sudamericana de Naciones constituye el referente de integración subregional hacia el que convergen todos los demás esquemas actualmente vigentes y que permitirá el desarrollo de una infraestructura sudamericana (IIRSA).

Por otra parte chile sigue dependiendo en gran parte de las economías latinoamericanas. ALADI compuesto por 12 miembros latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela), es el primer socio comercial de Chile, segundo mercado para las exportaciones chilenas en América y primera fuente de sus importaciones desde el mundo.

Chile es un “miembro nostálgico” del Mercosur. Querría estar como miembro pleno, pero su política económica aceptada le impide hacerlo, porque no esta dispuesto a subir sus aranceles. Tiene aranceles bajísimos y parejos que forman parte central de su política económica y está comprometido en toda una serie de Tratados de Libre Comercio (TLCs) con todo el mundo.

En el último tiempo en Chile ha predominado el “relato empresarial”. Para ese relato la integración no tiene ningún sentido. Existe una sensación de que no necesitan de nadie, que se ha hecho todo bien y que pueden profundizar su integración con quien quieran en el mundo. Pero es una integración de mercado, no es regional. No tiene elementos políticos y culturales. La visión más predominante de la identidad en Chile es una visión “excepcionalista”, que se siente distante del resto de América Latina y que es un punto de orgullo además.

Esa sensación de autosatisfacción y autorreferencialidad no cubre solamente a las elites, es también un modo de satisfacción para gente pobre y para gente que no pertenece al mundo ganador. Es una actitud arrogante que conlleva peligros, no sólo por la arrogancia propiamente, sino porque además puede ser un espejismo. Cuando llegan los momentos decisivos, como una crisis en la región, los de afuera no hacen diferencias; verán a todos iguales, y ahí se va a acabar ese orgullo de que son diferentes. Con los problemas energéticos Chile se empieza a dar cuenta que no es tan sencillo, que están ubicados en cierto lugar geográfico y que deben sobrevivir allí. Si a sus vecinos les va mal, a Chile también le va a ir mal.

La serie de conflictos que se han dado en el último tiempo, relacionados con el gas en Bolivia y Argentina es uno de los pocos factores que hacen pensar a Chile en otras visiones más abiertas e integradoras, haciéndolo comprender que los chilenos tienen un destino común con el resto de América Latina, del cual no pueden salir. Lo de Europa no fue sólo una unión económica. Se basó en cimentar la paz en un acuerdo. Eso tiene consecuencias económicas y beneficios, pero en el inicio era netamente política. Los chilenos deberían tener esa misma idea: “somos de aquí, no podemos irnos, tenemos una cultura compartida y por eso tenemos que integrarnos”. Que eso tenga beneficios económicos, sería muy bueno, pero las razones fundamentales son otras. Ese discurso hoy día no prevalece.

Giselle Mayo