domingo, 7 de octubre de 2007

"EN DEFENSA DE LA RAZÓN POPULISTA"

Por Giselle Mayo

Laclau dice que “La política es una dimensión de la convivencia social que es irrevocable.” La idea de antagonismo y de cambio son los elementos centrales que la definen. “El que hace política no es el que juega dentro de las reglas de un sistema, sino más bien el que patea el tablero: la ruptura de las reglas es lo que define el juego”. Estamos viviendo una época de crisis y desconfianza hacia las instituciones políticas. Se ha perdido el “significante flotante”, una figura o creencia tras la cual se aglutinan las demandas particulares. Sin embargo “la apatía política de las sociedades actuales es el resultado del llamado pensamiento único. Hemos llegado a situaciones en las cuales la gente piensa que las opciones políticas que les representan no ofrecen realmente alternativa.” El problema es que alguien siempre tiene que administrar la sociedad, y el “fin de de al política” es algo sumamente peligroso. Porque si esta no se da por al vía de la total administración eficaz, que evita el disenso, entonces se dará por la vía de la imposición autoritaria, por la vía del Leviatán. Concuerdo con Laclau en los riesgos del “fin de la política”. Pero también considero arriesgada la política según la definición de Laclau. Según Laclau uno de los elementos centrales es “patear el tablero.”No ceñirse a las reglas y constantemente promover el cambio brusco y porque no revolucionario, porque patear el tablero no puede significar más que eso, puede producir también el fin de la política. Si no hay reglas claras de juego, ya que estas se modifican constantemente, entonces habrá una incertidumbre constante respecto a como se moverán los actores y esto puede generar dos graves consecuencias. O bien la sociedad se vuelve apática, porque no entiende como jugar, o porque cada vez que empieza a jugar las reglas cambian y pierde todo lo ganado hasta entonces porque le patean el tablero con todas sus fichas incluidas en el, o bien como segunda opción se radicaliza y se vuelve violenta. Y otra vez se terminaría o en un Leviatán imponiendo el control, reprimiendo a la sociedad o se termina en el absoluto descontrol. Que sería una cuarta posibilidad que yo agregaría a las que da Laclau: Una es la política, la segunda es la del Leviatán, la tercera la sociedad totalmente administrada, y la cuarta es la del total descontrol, que sería cuando ni siquiera el Leviatán puede imponerse. Por otra parte hay que aclarar que si bien es necesario el antagonismo para que haya política, esto es, la necesidad de múltiples alternativas, este antagonismo, tiene que ser siempre canalizado por la vía institucional, y tiene que ser de mero disenso y no conflicto. Es decir, no se puede vivir en constante cuestionamiento del “significante flotante” que une a la sociedad, porque el resultado será su disolución. El disenso puede estar en la forma específica de articular las demandas, pero no en el elemento “místico” o de “fe” como dice Laclau, que une estas demandas en un sentimiento de comunidad a pesar de sus diferencias.

Giselle Mayo

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